martes, 6 de enero de 2009

"El cuarto rey mago"

Hola!!!!!
He querido hoy escribir aprovechando este día dedicado a mis queridos amigos, los Reyes Magos. No porque me traigan regalos sino porque representan las tres grandes razas del mundo: Melchor (la raza blanca), Gaspar (la raza amarilla) y Baltasar (la raza negra). Sinceramente me parece superbonito que a pesar de nuestras diferencias y conflictos a lo largo de toda la historia, en algún momento estuvimos unidos para adorar a un niño humilde nacido en un pesebre, que fu, es y será luz para el mundo. Con motivo de este día quería contaros las siguiente historia:
“El cuarto Rey Mago”

Cuenta una leyenda rusa que fueron cuatro los Reyes Magos. Luego de haber visto la estrella en el oriente, partieron juntos llevando cada uno sus regalos de oro, incienso y mirra. El cuarto llevaba vino y aceite en gran cantidad, cargado todo en los lomos de sus burritos.
Luego de varios días de camino se internaron en el desierto. Una noche los agarró una tormenta. Todos se bajaron de sus cabalgaduras, y tapándose con sus grandes mantos de colores, trataron de soportar el temporal refugiados detrás de los camellos arrodillados sobre la arena.

El cuarto Rey, que no tenía camellos, sino sólo burros buscó amparo junto a la choza de un pastor metiendo sus animalitos en el corral de pirca. Por la mañana aclaró el tiempo y todos se prepararon para recomenzar la marcha. Pero la tormenta había desparramado todas las ovejitas del pobre pastor, junto a cuya choza se había refugiado el cuarto Rey. Y se trataba de un pobre pastor que no tenía ni cabalgadura, ni fuerzas para reunir su majada dispersa.
Nuestro cuarto Rey se encontró frente a un dilema. Si ayudaba al buen hombre a recoger sus ovejas, se retrasaría de la caravana y no podría ya seguir con sus Camaradas. El no conocía el camino, y la estrella no daba tiempo que perder. Pero por otro lado su buen corazón le decía que no podía dejar así a aquel anciano pastor. ¿Con qué cara se presentaría ante el Rey Mesías si no ayudaba a uno de sus hermanos?

Finalmente se decidió por quedarse y gastó casi una semana en volver a reunir todo el rebaño disperso. Cuando finalmente lo logró se dio cuenta de que sus compañeros ya estaban lejos, y que además había tenido que consumir parte de su aceite y de su vino compartiéndolo con el viejo. Pero no se puso triste. Se despidió y poniéndose nuevamente en camino aceleró el tranco de sus burritos para acortar la distancia. Luego de mucho vagar sin rumbo, llegó finalmente a un lugar donde vivía una madre con muchos chicos pequeños y que tenía a su esposo muy enfermo. Era el tiempo de la cosecha. Había que levantar la cebada lo antes posible, porque de lo contrario los pájaros o el viento terminarían por llevarse todos los granos ya bien maduros.

Otra vez se encontró frente a una decisión. Si se quedaba a ayudar a aquellos pobres campesinos, sería tanto el tiempo perdido que ya tenía que hacerse a la idea de no encontrarse más con su caravana. Pero tampoco podía dejar en esa situación a aquella pobre madre con tantos chicos que necesitaba de aquella cosecha para tener pan el resto del año. No tenía corazón para presentarse ante el Rey Mesías si no hacía lo posible por ayudar a sus hermanos. De esta manera se le fueron varias semanas hasta que logró poner todo el grano a salvo. Y otra vez tuvo que abrir sus alforjas para compartir su vino y su aceite.

Mientras tanto la estrella ya se le había perdido. Le quedaba sólo el recuerdo de la dirección, y las huellas medio borrosas de sus compañeros. Siguiéndolas rehizo la marcha, y tuvo que detenerse muchas otras veces para auxiliar a nuevos hermanos necesitados. Así se le fueron casi dos años hasta que finalmente llegó a Belén. Pero el recibimiento que encontró fue muy diferente del que esperaba. Un enorme llanto se elevaba del pueblito. Las madres salían a la calle llorando, con sus pequeños entre los brazos. Acababan de ser asesinados por orden de otro rey. El pobre hombre no entendía nada. Cuando preguntaba por el Rey Mesías, todos lo miraban con angustia y le pedían que se callara. Finalmente alguien le dijo que aquella misma noche lo habían visto huir hacia Egipto.
Quiso emprender inmediatamente su seguimiento, pero no pudo. Aquel pueblito de Belén era una desolación. Había que consolar a todas aquellas madres. Había que enterrar a sus pequeños, curar a sus heridos, vestir a los desnudos. Y se detuvo allí por mucho tiempo gastando su aceite y su vino. Hasta tuvo que regalar alguno de sus burritos, porque la carga ya era mucho menor, y porque aquellas pobres gentes los necesitaban más que él. Cuando finalmente se puso en camino hacia Egipto, había pasado mucho tiempo y había gastado mucho de su tesoro. Pero se dijo que seguramente el Rey Mesías sería comprensivo con él, porque lo había hecho por sus hermanos.

En el camino hacia el país de las pirámides tuvo que detener muchas otras veces su marcha. Siempre se encontraba con un necesitado de su tiempo, de su vino o de su aceite. Había que dar una mano, o socorrer una necesidad. Aunque tenía temor de volver a llegar tarde, no podía con su buen corazón. Se consolaba diciéndose que con seguridad el Rey Mesías sería comprensivo con él, ya que su demora se debía al haberse detenido para auxiliar a sus hermanos.

Cuando llegó a Egipto se encontró nuevamente con que Jesús ya no estaba allí. Había regresado a Nazaret, porque en sueños José había recibido la noticia de que estaba muerto quien buscaba matarlo al Niño. Este nuevo desencuentro le causó mucha pena a nuestro Rey Mago, pero no lo desanimó. Se había puesto en camino para encontrarse con el Mesías, y estaba dispuesto a continuar con su búsqueda a pesar de sus fracasos. Ya le quedaban menos burros, y menos tesoros. Y éstos los fue gastando en el largo camino que tuvo que recorrer, porque siempre las necesidades de los demás lo retenían por largo tiempo en su marcha. Así pasaron otros treinta años, siguiendo siempre las huellas del que nunca había visto pero que le había hecho gastar su vida en buscarlo.

Finalmente se enteró de que había subido a Jerusalén y que allí tendría que morir. Esta vez estaba decidido a encontrarlo fuera como fuese. Por eso, ensilló el último burro que le quedaba, llevándose la última carguita de vino y aceite, con las dos monedas de plata que era cuanto aún tenía de todos sus tesoros iniciales. Partió de Jericó subiendo también él hacia Jerusalén. Para estar seguro del camino, se lo había preguntado a un sacerdote y a un levita que, más rápidos que él, se le adelantaron en su viaje. Se le hizo de noche. Y en medio de la noche, sintió unos quejidos a la vera del camino. Pensó en seguir también él de largo como lo habían hecho los otros dos. Pero su buen corazón no se lo dejó. Detuvo su burro, se bajó y descubrió que se trataba de un hombre herido y golpeado. Sin pensarlo dos veces sacó el último resto de vino para limpiar las heridas. Con el aceite que le quedaba untó las lastimaduras y las vendó con su propia ropa hecha jirones. Lo cargó en su animalito y, desviando su rumbo, lo llevó hasta una posada. Allí gastó la noche en cuidarlo. A la mañana, sacó las dos últimas monedas y se las dio al dueño del albergue diciéndole que pagara los gastos del hombre herido. Allí le dejaba también su burrito por lo que fuera necesario. Lo que se gastara de más él lo pagaría al regresar.

Y siguió a pie, solo, viejo y cansado. Cuando llegó a Jerusalén ya casi no le quedaban más fuerzas. Era el mediodía de un Viernes antes de la Gran Fiesta de Pascua. La gente estaba excitada. Todos hablaban de lo que acababa de suceder. Algunos regresaban del Gólgota y comentaban que allá estaba agonizando colgado de una cruz. Nuestro Rey Mago gastando sus últimas fuerzas se dirigió hacia allá casi arrastrándose, como si el también llevara sobre sus hombros una pesada cruz hecha de años de cansancio y de caminos.
Y llegó. Dirigió su mirada hacia el agonizante, y en tono de súplica le dijo:- Perdóname. Llegué demasiado tarde.
Pero desde la cruz se escuchó una voz que le decía: Al contrario de lo que piensas tú me encontraste durante toda tu vida. Yo estaba desnudo, y me vestiste. Yo tuve hambre, y me diste de comer. Yo estaba preso, y me visitaste…

Pues yo estaba en todos los pobres de tu camino. Muchas gracias por tantos regalos de amor.

Después de leer la historia me di cuenta de que todos somos ese cuarto rey mago, en realidad, no importa ser blanco, negro, amarillo…para poder echar una mano a los demás. Quiero animaros a todos, especialmente ahora que volvemos a la rutina del colegio, el trabajo…a que, a pesar del estrés y las ocupaciones, estemos atentos a las necesidades de nuestro alrededor. No hace falta estar a punto de morir para recibir un poco de ayuda. Día a día, en nuestros entorno, los amigos, la familia…hay personas que necesitan que las escuchen, que les sonrían o simplemente que les den un poco de amor. Os aseguro, por propia experiencia, que esas “pequeñas acciones” dan una alegría y felicidad enormes. Además, no tenemos que tener en cuenta a la persona, ya que puede que no nos caiga bien o tengamos pequeñas diferencias, debemos tener en cuenta que a quien de verdad le hacemos todas las cosas es a Jesús, que se encuentra en todas las personas.

7 comentarios:

Anita dijo...

Hola!!!!
Oye.....lo siento pero....creo que me he pasado de largo ¿No? Je,je. Bueno, os aseguro que vale un poquito la pena.
Besitos

Leticia dijo...

Se me ha hecho demasiado corto! me ha gustado mucho, de verdad, muchas gracias por compartirlo!

Me ha encantado tu frase de "no hace falta estar a punto de morir para recibir ayuda" (que consejo más sabio!!!)... desde luego, hemos de estar siempre dispuestos, atentos, al de al lado y ofreciendo nuestra mano en todo momento. Son estos pequeños actos los que nos hacen felices a nosotros, y a aquellos a los que ayudamos!


GRACIAS ANA! =)


Marta, tenemos una neuva compi de blog! demos la bienvenida a Ana !!!!ja, ja :)

PD: atentas que viene el ES!

Leticia dijo...

x cierto, no hay un poco del buen samaritano por ahí?... o me lo parece a mí!

мαятα dijo...

¡Bienvenida ana!
Así me gusta que al final te animaras. Ya veréis, acabaremos formando una pequeña gran familia. =)

Por cierto, el escrito esta genial, gracias por compartir. Ojala todos seamos capaces de ser el cuarto Rey Mago en nuestro día a día.

Un besitooo.

Aurora M. dijo...

Bienvenida Ana al blog de estas dos!!!!!!!!!!!!!!!!!! Ahora entre las tres toca trabajar y dar lo mejor que cada una tiene... ser un cuarto Rey y dar siempre sin guardarnos nada a cambio... el camino es largo, pesado pero vale la pena...

Anita dijo...

Hola!!!!!!!!
Ya que nadie comenta nada por aqui aprovecho para notificaros que.....tomorrow will be an important day je,je. En fin, que mañana es el Bautismo de Jesús y.....eso nos hace pensar que....Dios tomó al condición humana y se hizo igual que nosotros en el pecado, como todos, ÉL también nación con el pecado original, por esa razón va al Jordán a que Juan le bautizase....Alé, con esta mini reflexión la "MAESTRA MUÑOZ" je,je os deja para que reflexionéis.
Dad señales d evida de evz en cuando.


P.D.Lo de "MAESTRA MUÑOZ", es broma, ya sabéis que soy igual que vosotras xD.

Leticia dijo...

¡Gracias Ana! ¿qué haríamos sin tus leccioncillas? cada día me sorprendes más!!!

¡Un beso, maestra Muñoz!

PD: God is alive!